Buenos días soñadores de la justicia hoy ya relajado y
retomando contacto para volver a la vida laboral en la quincena de agosto le
digo al mundo estoy aquí renaciendo como un fénix de las cenizas y caminando
con un rumbo más que fijo hacía donde debo avanzar siempre la prosperidad,
atraída por la paz y la felicidad.
Sobre la paz he de decir que en mi última incursión por el
sólido norte conocí a un señor que no tiene otra arma más que su buen semblante
de vida y su prestigio traducido en una palabra de caballero que lo hacen muy
respetado en el pujante Monsefú, pueblo lambayecano, que ha crecido en
ciudadanos de bien, pero cuyas autoridades han quedado chicas para el cargo.
Si bien es cierto existe una carretera linda para llegar a
este lugar, las calles lucen rotas, las pistas con fisuras y el mercado quedado
en el tiempo por lo menos 30 años. Culpa de quién de la gente? No para nada
ellos pagan sus impuestos y arbitrios al día esperando que la municipalidad
haga su chamba, y los burócratas bien gracias.
No puedo dejar de mencionar que un corazón sano y una
tradición envidiable de vida hicieron de mi paso por su Monsefú una lección que
llevaré por siempre. Mi anfitrión don Enrique Kamt me demostró que el trabajo a
conciencia, la lectura constante y el amor a la tierra que él llama su hogar
hacen de su familia una de las más respetadas, así como de su amistad un don
con el cual es muy agradable intercambiar ideas y luego meditarlas en misa.
No es muy difícil vivir estresado en Chiclayo (capital de
Lambayeque) con el tránsito más desordenado que en Lima, pero Monsefú es una
buena experiencia con su comida marina, y un buen extracto de frutas para
empezar el día. Me parece increíble haber comido picarones por un sol, tomar
jugo por un sol con cincuenta centavos y comer lomo saltado con yuca frita por
13 soles.
No es el precio a lo que voy, por el contrario me refiero a
un lugar donde la gente comprende y muy bien que las autoridades no resuelven
problemas económicos, sino que deben abocarse a inconvenientes prioritarios
como deben ser el abastecimiento de agua potable, y de caminos iluminados por
la noche, además de la atracción de inversiones.
Recorriendo la carretera de Monsefú a Chiclayo, me di cuenta
que el Perú no tiene excusa para sufrir de desnutrición infantil, pues aquí aún
pueden crecer frutales sin insecticidas, y las menestras pueden ser cultivadas
con facilidad, pero el eterno problema del peruano carecemos de tecnificación,
capacitación y buena voluntad para resolver los problemas de estructura.
Perú no es un país pobre, que hallamos pasados
desapercibidos en el mundo por largo tiempo no nos hace pobres, por el
contrario contamos el factor sorpresa para dar el gran salto al desarrollo
sostenible, que lo impide pues la avaricia, la mezquindad, la apatía cuyo mejor
amigo es la desesperanza de la gente, por ello la corrupción nace y crece sin
fecha de defunción y claro para variar hay un compadre que nutre la corrupción de
la manera más nauseabunda conocida por la humanidad: la ignorancia o mejor
dicho la apatía que nos evita, pensar, trabajar y por ello decimos sí señor a
todo aquel que de su billetera caiga un sol.
Soy peruano a mucha honra estamos próximos a un aniversario
patrio con un problema que no ha sido resuelto desde hace más de un año: Conga,
y si hay alguien que nos puede dar la receta para darle solución al tema pues
es don Enrique Kamt, quien no necesita de un gobierno para trabajar, por el
contrario necesita un mercado donde vender sus bordados y otros servicios que
aún a sus 90 años presta y con creces debido a la buena voluntad que recaen en
la sinceridad y en una vida dedicada a lo más importante que tiene este buen
señor y lambayecano emblemático: su familia.
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