martes, 7 de agosto de 2012

“Peruano yo? Soy chalaco y de La Punta señor”



Crónica de un viajero chalaco

“Peruano yo? Soy chalaco y de La Punta señor”

 Publicado en el diario EL Callao (07/08/2012)

Saludos lectores amigos de está Crónica de Viajero Chalaco, hoy hablaré sobre una tierra y un mar bendito en nuestro puerto querido, donde todo aquel que se precie de nacer en el Callao debe de probar un buen ceviche acompañado de una “chelita al polo”, claro que también debemos de decir que el ingerir alcohol debe ser con moderación, y si toma no debe manejar.

Hoy me embarco por la bahía de nuestro puerto primero en una lancha para ver con admiración un barrio donde la integración entre peruanos y extranjeros se fue (con el amor de buen vecino), transformado con el pasar de los años en una amistad con raíces más que sólidas. Esta es la narración de mi recorrido por el balneario de La Punta, donde puedo ver como este lugar de gran potencial turístico, no del todo explotado, se respira paz aquella que da al visitante un ánimo para caminar junto a la mejor compañía del ser humano: su familia.  

Este balneario es tan fascinante, como la formación natural bautizada con el nombre del Camotal, además traigo a mi imaginación los buques de guerra de nuestra armada en sus luchas por sellar nuestra independencia en especial durante la batalla el Dos de Mayo (que hoy en día pasa casi inadvertido para la gran mayoría de jóvenes peruanos que no son del Callao).

La Punta es en realidad una península en el extremo de nuestro oeste, donde el nombre honorífico de Provincia Constitucional se deja sentir por todos los barrios que lo componen desde Chucuito hasta la playa Cantolao, aquí la calidez del verano, da paso al cielo despejado y también al frío de nuestro invierno, durante el proceso estacional propio de la naturaleza.

El religioso jesuita, Bernabé Cobo, nos cuenta en sus escritos del XVII, que los primeros habitantes de esta zona fueron unos pescadores denominados "Pitipiti", que vivían en modestas chozas rurales asentadas en "la punta de tierra firme".

Desde el malecón vemos la isla San Lorenzo, aquellos que caminan de noche o han navegado por estas aguas pasadas la medianoche aseguran haber visto figuras fantasmales en la orilla. Tal cual como las leyendas de piratas, puesto que en este lugar si hubieron ladrones y buscadores de tesoros en la era colonial.

La Punta ha sido testigo perplejo de dos guerras, la emancipadora y la del Pacífico, a su vez de terremotos y los también llamados tsunamis, como el ocurrido el 28 de octubre de 1746 y no se debe de olvidar el maretazo de 1915.

Braveza y clase porteña son dos de los conceptos que se unen en La Punta, que además de ser lugar cercano a la isla San Lorenzo, también lo es al tristemente recordado Frontón o la Isla del Muerto, lugar donde una cárcel abrió el paso a una sombra oscura de dolor, una más de las heridas difíciles de cerrar en nuestra historia contemporánea.

Si de turismo se trata La Punta es un lugar privilegiado. Digno representante de la transculturación entre chalacos con italianos e ingleses. Es un sitio acto para soñadores donde no solo se aprecia la frescura y braveza del mar, sino que también podemos su mayor atractivo que para los ojos de todo buen varón es la belleza de sus mujeres, finas de tacto y de buen corazón.

Por ello estoy seguro en un almuerzo rotario años atrás, un señor cuyo nombre era Francisco de la Lama y que sus amigos de manera jovial lo llamaban “Pancho” me dijo con mucho orgullo: “peruano yo? Soy chalaco y  de La Punta a mucha honra señor”.


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