Lugar
de caminantes
Las
siete cuadras de la “Constitución chalaca”
Por:
Ludoviko (mi alter ego) “el viajero chalaco”
Publicado el último lunes en el Diario El Callao
Ser
amante de libertad y un demócrata por convicción te vuelven de por
si un seguidor de la Constitución, aquella que en el colegio nos la
enseñan como ley de leyes o Carta Magna, que rige el curso de
nuestro país y de la cual nace la jurisprudencia que se dicta en
todas las facultades de derecho del Perú y el mundo.
Una
Constitución Política podría ser equivalente a un Documento
Nacional de Identidad o DNI que nos señala el nombre y demás datos
que para la ley son válidos, pero este “recorrido” no es por las
páginas del libro promulgado en 1993 y tampoco por la de 1979.
Por
el contrario es un “recorrido” por las siete calles que componen
la avenida Constitución, parte del tan emblemático barrio de
Castilla, donde más de uno teme acudir, pero también más de uno
pisa por motivos familiares, policiales , judiciales o de apoyo
social.
A
decir verdad de este cronista que piso con seguridad hasta la
plazuela de la Iglesia Matriz, tuvo el temor de ir más allá sino
fuera por el buen saludo de un vigilante de la zona a quien llamaré
con cariño “Black Angel” y de su amigo “Patrulla” (otro
seudónimo de quien no quiero dar su nombre por seguridad).
Pues
para hablar de la avenida Constitución, primero cabe resaltar que la
Casa Piaggio, que hoy solo alberga eventos especiales, es el único
lugar del Perù que nos hermana con la Torre Eiffel de la “ciudad
de luces”: París (Francia) ya que el arquitecto o padre de ambas
obras es el mismo, este señor de quien pedimos se investigue aún
más su estancia en el Perú, solo vio un lugar de encanto para una
de sus obras maestras, que por esas cosas del destino ahora está en
las manos de un ciudadano griego arraigado en el país.
La
Constitución de esta avenida y en especial de la cuadra dos da para
más historias y remodelaciones, al frente de la Casa Piaggio, no se
pierda y admire con ojos de artista el Pasaje Ronald, edificio de 7
pisos que muy pronto será comparable con el mejor lugar de oficinas
de San Isidro, pero a diferencia del distrito limeño, aquí vemos
los rostros de personajes destacados tales como el pintor Miguel
Ángel (quien pintó la Capilla Sixtina) hasta quedar sonriente por
la imagen de Beethoven y muchos otros bustos que adornan el ingreso a
esta construcción de los años 20, del siglo pasado.
No
soy quien para decir que la falta de fe ha dejado al pueblo chalaco
sin esperanza más aún cuando por delante está la sede de la
Policía, donde según cuentan almas arrepentidas, se dejan sentir
noche a noche.
En
un sitio que antes fue la Prefectura y que ahora no solo alberga a la
Fuerza de la Ley, sino que también es el sitio obligado al cual
acudir, si un robo o crimen de alto calibre se ha cometido en esta
Provincia Constitucional.
Aquí
en el Callao decir soy chalaco no basta, hay que demostrarlo con
osadía y bravura, derrotando el miedo con el miedo de la mirada, que
esta vez se convierte en un lento fotográfico que registra todo
incidente a su paso o mejor dicho todo retrato de la que fuera una
avenida aristocrática en los primeros años de la república.
Por
ello el Callao, es el único lugar en el mundo que lleva el nombre de
Provincia Constitucional, puesto que aquí personas de a píe (con
ello me refiero a hombres y mujeres) defendió el Estado de Derecho
reflejado en la Constitución ante una horda que deseaba irrumpir en
Lima ingresando por el puerto, revisar los archivos de los años 20
para su consulta e ilustración buen lector, ya que con esta crónica
deseo contagiar el bichito de la investigación.
En
un inicio hablamos de “Black Angel y de Patrulla”, ellos dos me
llevaron más allá de la Iglesia Matriz, a la espalda de las
fabricas y del propio puerto donde más de una historia de terror se
escribió y se sigue tejiendo con un hilo color rojo y una aguja que
no solo inca, sino que se clava en corazón de los recuerdos.
Uno
de estos recuerdos es el de “Patrulla”, quien extraña no las
peleas, sino las disputas de niño corriendo tras un balón de
plástico en los juegos de fulbito con los chicos del barrio de
Atahualpa, cuando tenía nueve años me cuenta “sus amigos
desaparecían no por una redada policial, sino por que era lindo
jugar escondidas”, hechos que añoran regresen, puesto que eran
días de paz e inocencia infantil, algo difícil de ver hoy en día
en Constitución, puesto que es parte del controvertido barrio de
Castilla.
A
mi paso solo veo almacenes blindados y balcones que deben de haber
sido lindos, pero con cada temblor se van cayendo más, aunque al
final de la Constitución un asilo para ansíanos indigentes, es
refaccionado en la entrada, nada parece hacer justicia en el Callao,
salvo la Corte Superior que a la espalda de la cuadra 7 está.
De
vuelta por donde llegué un restaurante don Mateo o mejor dicho dos
locales de una cadena de cevicherìas nacidas en el Callao, me tiran
un ancla con ceviche para quedarme, pasos más allá un don Gavino
muy bien arreglado me quita la sed con una chicha morada, pero estas
son otras historias que en un futuro irán de la mano con el
misticismo que despierta la “Constitución chalaca”.
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