lunes, 8 de agosto de 2016

La tetera china: porcelana y travesía

Soñadores de la Justicia, buenas tardes (aquí y ahora) hoy es un día de esos grises de Lima, aquellos días que son de lápiz y papel, esas tardes donde la Tv se vuelve obsoleta y la computadora es una compañía de damisela.

Así que entre las líneas que contaba mi padre (don Roberto Rendón Vásquez), en sus pocas frases fraternas con mi hermano (don Roberto Rendón Acat), sale a mi mente una, ocurrida en 1994; durante un viaje al oriente lejano, exactamente a la ciudad de Shenzhen, donde todavía debe existir un atípico restaurante giratorio ubicado (me parece) en un piso 20 de una torre de gran tecnología para aquellos años, donde en Lima no había sino computadoras 286, 386 y 486.

Allí en Shenzhen existe una urbe tan moderna como Los Angeles (Estados Unidos), el destino decía que sería un Tijuana y que se rompería un muro para cruzar la frontera rumbo a la calidad de vida del sueño de los negocios en Hong Kong (una ex colonia británica), pero la vida te da vueltas o tú la volteas si así lo deseas.

Shenzhen, hasta lo que mi tío Carlos contaba, en 1986 cuando veía tv en un televisor solo captaba canal 33, era un pueblo en pleno desarrollo que explotaba la pesca como medio de vida y en menor medida la agricultura, pero es allí donde la porcelana ponía el punto medio entre el hoy y el mañana, es así como más de 22 años después viene a mi mente la mesa redonda de ese restaurante de 20 pisos o más, donde iniciabas el desayuno en el sol de occidente y terminabas en el sol del oriente.

Roberto, mi hermano quedó sorprendido con un “show men”, cuya única labor era servir el té con uniforme de Bruce Lee con una teteta que tenía un pico equivalente a dos reglas de 60 centímetros, dicha tetera era de cobre y su dorado, resplandecía para mis ojos, como oro Inca había visto solo en un libro de la primaria de nombre Escuela Nueva.

El show de servir el té, era tan arquitectónicamente perfecto, que la armonía de la tetera encajaba con la tasa porcelana que delante de mi tenía, por supuesto Roberto quedó impactado, aquella noche él solo hablaba ante un televisor de más de cien canales, que estaba deslumbrado y asombrado por aquello que nunca más volvió a ver, pero allí no quedaba la historia, en dicho desayuno de restaurante giratorio había él (mi hermano) soltado la frase: “quisiera una tetera así, para mi desayuno en Lima”, bueno entonces un día y medio después al llegar a la estación de tren que nos llevaría a Hong Kong, vino una alegría y una tristeza que sello con frases vividas mi padre (aquel señor para cuya vida no había fronteras a excepción de una, que es para luego hablar).

Allí en la estación de tren llegó el anfitrión con una caja, donde bien podría entrar una alfombra y le dijo a mi hermano: “Esto es para usted”, pero que era, pues la tetera de cobre y brillo de oro Inca, tal cual como era en la que nos sirvieron el desayuno, en el restaurante giratorio.

Roberto, agradecido y mi papá confuso se interpuso a decir, “gracias, pero no la podemos pasar por aduanas de los tres aeropuertos más que pasaríamos en aquella travesía (Hong Kong, Seúl, Los Angeles y Lima), así que con tristeza y ahora con nostalgia viene a mi mente, lo que don Roberto Rendón Vásquez nunca se pudo sacar de chino por adopción y abrazo de hermanos con Chu Chang King (dicho sea de paso, solo recuerdo el nombre y no el rostro).

“China, es una cultura ancestral basada en la disciplina del servicio, en el común tener de acuerdo al trabajo que realizas. No es un país que duerma en resignación, por el contrario es un continente basado en la arquitectura de porcelana, esa que es fina, dura y solo se quiebra donde la confianza termina”, es así como lo aprendió Roberto Rendón Acat, no sé qué habrá sido de la tetera que dejamos en la estación de tren, pero si sé que donde esté en las estrellas de la que ahora es una gran urbe asentada por el imperio Disney, debe estar en manos de una reyna, sintiendo el trabajo firme de un rey tusan.


PD: Dedicado al embajador Yan May.

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