Buenas noches y buen fin de semana,
Soñadores de la Justicia es un día donde la vida es un sentimiento sin
fronteras, una pasión que no para, es así que toda la ilusión que vivimos y
esperamos en el trono de la gloria es un frenesí de corona escarlata y
enclaustrada en un dorado de espejismos, donde el límite se agranda con el paso
agigantado de nuestra propia realidad infinita, donde subimos al carro de lo
que es hoy no pasará mañana.
Es pues hoy un sábado frío de agosto,
donde el invierno quema sus últimas nubes grises, para dar paso a una primavera
que mucho esperan no sea la imagen árabe que camina rumbo a dos gigantes que
pudieron no haber caído y un salvador que no debió de haberse suicidado, sino
aceptar su derrota y su manejo funesto en un sur donde el norte de la vida no
daba oportunidad al individualismo colectivo de un desarrollo personal y
envuelto en una fe prospera de lo que no debe envolverse en un rojo dañino, de
altitud en la paz donde libertad, no queda como el alma llanera cabalga para
sobre pasar a esos cuatro jinetes de un apocalipsis que esperamos nunca llegue
a este inmenso jardín llamado américa.
Pues así se vuelve celeste el cielo,
camino a un 11 de septiembre donde mi cumpleaños yo celebro, en lo que será un
domingo de trabajo de conciencia y a estribor en el que sé muchos pasaran por
alto, pensando en que puede ser un paso más allá para ellos y un saludo que a
mis oídos no deben de llegar por el olvido cruel y furibundo de quien solo fue
un fantasma de roce seguro en el andar de una vida, caída y dolor almacenado
por no saber si un día usted, se acordó que cuando pasó yo si lo salude con
respeto y bajando el sombrero pues a usted, buen caballero o bella dama yo si
la quiero.
Y por qué la quiero, pues usted es para
mi un solo amanecer que por el hecho de asumir el valor de seguir viviendo,
trae para mi el autentico significado de ese frenesí, frío alguna vez y
ardiente como el sol varadero de un día esperando la noche de un cañonazo y ron
de Habana, recordando lo que será un lugar después de mañana, donde se oculta
aquel recuerdo, en que la vida se volvió un eterno frenesí.
PD: Dedicado a usted, don arquitecto
Romero, pues me disculpará, pero me tragará la tierra donde ya no me podrá
mirar y no estaré muerto, sino tan fuera de sí, que ya su amistad yo se ya
perdí.
Mil disculpas, no podré cumplir con
usted.
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