Eran noches
de apagones, terroristas y rateros, era un lugar de nombre Lima y de apellido
Perú, no sé decir si hablamos de una guerra o si hablamos de bombas escogidas
con objetivos al azar, pero si es una Lima que el tiempo dejó estar en una
calma anestesiada, que por el desorden, el bullicio y las ratas de la alta y la
baja volverán a desatar.
Lima es una
ciudad de raros extremos y de transformaciones paulatinas. Aunque Ricardo
Arjona, no es peruano una de sus canciones tiene un punto donde describe a Lima
en sus lados: “Si el norte fuera el sur, sería la misma porquería”…Si esa es
Lima, donde la “suerte de la fea, la bonita la desea”, pero también vamos en
viceversa.
Crecí en los
80 con apagones que dieron origen una generación que llaman perdida, con
amanecidas de 90 kilos, hoy en día, donde el caldo de gallina, con el lomo
saltado dejó de absorber la cebada chelera, para calmar el hambre de amanecidas
de trabajo y de un horario tan estresante, como un 24 x 24 o una 4 x 4, pasan
en las dos vías expresas de la ciudad, donde la luz termina para que ambulantes
invadan las calles de donde alguna vez un “Gordo” alcalde Andrade los sacó,
pero no dejaron los alrededores que se tornaron callejones, con dormitorios al
aire libre y sitios, donde si entrabas, salías con la suerte de que el choro
(ladrón) estaba, tan pasado de “pastel”, que no se paró a pedirte un sol y
clonarte la tarjeta.
Si es Lima,
vestida de gris vistazos de sol y paso de jardines que hoy en día son albergues
de tierra, perros y hambruna donde un hueso, marca la diferencia entre comida
de niños, compartidas por padres y mascotas, no hablo del cono norte, puesto
aquí al lado de San Borja y Surco, se puede ver la misma miseria que en un alto
lugar de Puno, donde el aguardiente de noche, te permite emborracharte para
vivir.
Pero no
todo, tiene color de un hoyo, sin retorno, allí está el sentido de la fe, de
quienes duermen como ricos y comen con la caridad del buen samaritano, quieren
un ejemplo vayan al Convento de los Descalzos entonces, o la Casa de los Petizos,
del jirón Conde de Superunda.
Es una Lima,
llena de leyendas urbanas y de fantasmas que avanzan al paso de combi o custer,
si antes en mis días de niño era el Enatru, ahora es el mirar un bus azul que
sobre cargado de gente al estilo rebaño, mirando realidades de distintas clases
sociales, donde el ahogo del dinero, se vuelve un arrojo al crédito y al final
nos hacen creer ricos, con costumbres de pobre.
Es Lima,
donde lo único que no cambia, es el pasado que se torna futuro, en distinto
empaque de video, porque si antes era el Betamax, luego el VHS, el VCV, el DVD,
el Blue Ray y ahora el Netflix, mañana seremos solo un punto de pixeles, en un
computador, donde la realidad virtual es un salto al vacío, que no apoyaremos,
pero al cual nos inclinaremos en un solo concepto de ser humano: la
sobrevivencia de nuestra especie…
PD: Dedicado
a todo aventurero errante, de Lima la Horrible, descrita por Sebastián Salazar
Bondy…
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