Definitivamente
la salud mental es la base de toda sociedad que se digne decir que es del
primer mundo (a mi opinión). Es cierto que el Perú no es una panacea, tampoco
es una caída de agua oscura, pero no sabemos que nos depara el presente
inmediato.
Sí, el
presente inmediato aquel que se da cada amanecer o cuando el sol sale al cantar
de la alarma de un celular, es que es cierto hoy (en el 2015), nadie espera que
cante el gallo, como lo hacía mi abuelo Roberto, que se solo llego a tercero de
media y a orgulloso policía, padre de un ingeniero, dos abogados y tres
profesores.
De hecho
conviví con Roberto Rendón Zuñiga, desde mis 6 o 7 años, hasta un año después
de terminar la universidad (2001) y cuando trabajo no tenía, la frustración me
jalaba, nadie me hablaba y a nadie escuchaba (o tal vez escuchaba los recuerdos
de Serie Rosa en la Plaza San Martín a la 1 de la madrugada, cuando me decían aprista-fujimorista
y sobrino de don Vlady).
Es cierto,
no era un vago pues buscaba oficio, como un ahogado busca tierra en medio de
tiburones, con barcos piratas que te salvaban para bañarte en aceite, jodido
estaba y caminando por una ciudad donde horizonte, más allá del segundo no
existía.
Orate, me
hubiera dicho mi abuelo (quien con tercero de media, usaba el diccionario como
su hijo profesor de universidad francesa). Roberto (el abuelo o el papá
Roberto), era un hombre sencillo, tenía la pensión de Policía que bolsiqueaba (una
vez por mes), y la del seguro con la cual se compró la primera cuna de don
Roberto (papá), que sirvió para Roberto (hijo), un 14 de enero de 1975 desde
entonces mi mamá Ana María, recibió por él (mi abuelo) el sobrenombre de hija…pero
qué tiene que ver todo esto con
Dios y Jesús, además de la psiquiatría,
bastante creo yo.
Don Roberto,
usaba un diablo para arreglar mis zapatillas Splendor compradas en Polvos
Rosados y pagadas en dos partes en 1988, luego de ser soldado y policía fundó
una tienda en la Calle Nueva de la Ciudad Arequipa (no es cherry para libro de
mi tío Jorge, aviso), en la tienda según contaba don Luis Rendón que tuvo 12
hijos y quería ir al norte del Perú a pelear con huaraca en mano, contra el “mono
ecuatoriano” (este es un solo decir que se quedó en mi país después del
conflicto de los 40 o 50, no te piques hincha de Emelec o Nacional, menos de
Deportivo Quito en Casablanca), nada volvamos al mapa como decía Belaunde.
En la tienda
de la Calle Nueva, no faltaba un rosario, con velas misioneras, si bien es
cierto Roberto con Serafina (mi abuela), se casaron en una boda religiosa que
nadie vio, es cierto que don Roberto ya sea en el barrio de Ingeniera, en el de
Higuereta, el de Viraco o la Calle Nueva a misa nunca dejó de ir…Nunca entendí
entre mis 7 y 24 años, por qué don Roberto, se percinaba cada noche, para
literalmente el Santo Rosario rezar, de hecho don Roberto tenía la frase
clásica de mi hogar: “Hay señor de mi tierra, donde estas que este no me
comprende”.
Don Roberto,
era querido y a la vez no sabía muy bien, que lo hacia diferente al resto de
sus hermanos, de hecho don Roberto, era una isla de historia que nunca me puse
a leer, contaba, multiplicaba, dividía, sumaba y restaba con los diez dedos de
sus manos, las cuales juntaba para rezar cuando yo Tieta veía, luego Natacha y
antes de estas dos, El Hombre que debe Morir, gracioso por que el compañero de
mi abuelo luego de mi abuela, sus hijos y sus nietos (menos yo), era Trampolín
de Ferrando, con Risas y Salsas, en horario de circuito sabatino de
Panamericana, pues si Dios existe tiene un símil con, con el televisor siempre
está presente, siempre en tu hogar no falta, en aquellos años a la familia
juntaba, tal como Dios lo podría haber hecho, antes de los días de radio y por
supuesto mucho antes de la tv.
Dios es un
psiquiatra con el cual uno se identifica (como me pasaba a mi con Mil Oficios,
cuando sin chamba me ahogaba), Dios te da una receta, el psiquiatra, también te
da una receta, pero lo mejor el psiquiatra conecta contigo, te enfoca, te
muestra en una gráfica tu vida, tus errores y tus valores, te lleva de la mano
con la psiquis hacía el lugar donde apuntas a estar, es una catarsis, como la
que hace Dios, cuando en oraciones, misas o hablando con el padre de la
parroquia más cercana te conecta con la realidad y si de Jesús hablamos, creo
que lo dejamos, para mañana, a la misma hora, en el mismo canal, por que a
final de cuentas, la salud es un tema de estado de ánimo, esperanza, salud
mental donde el cuerpo sano lo manda, cuantas inca colas menos o hierbas
luisas, más tomamos cada día…hasta la próxima Soñadores de la Justicia.
PD: Dedicado a E.B (Escritor de 15 Cuentos de Largas Noches), gracias por la esperanza, dada.
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