Otro post en una noche normal. Se podría decir que la en el trabajo, y luego en casa este el miércoles que ya paso. Para un relato de este guardián silencioso que cada noche busca conciliar el sueño con una catarsis muy común para cualquier periodista: escribir.
Bueno pues esta noche no hablaré de mi papá, ni de mi mamá, tampoco de mi hermano o de mí, hablaré sobre mi abuelo putativo, un señor que conocí en el año 2000 que con mucho cariño optó por adoptarme como un nieto, y a quien de manera ingrata no visito hace más de un año, su nombre Roberto Palma Lombardi.
Ustedes me preguntaran: ¿Quién es este señor y que relación guarda conmigo? Bueno primero he de decir que es un químico-farmacéutico que en los difíciles años 60 y 70 llegó a ser gerente general para Perú y luego para otros país de América de Parker-Davis, así como también es un padre, abuelo y maestro ejemplar.
Años atrás salí muy mal parado de un diario llamado Liberación, entonces la tarde que renuncie al mencionado medio lo busque contándole mi frustración sabrán que su palabra fue más que alentadora y preciada aquella tarde de febrero del 2000. Las palabras fueron: “No fallaste, ni cometiste un error, fueron ellos los que fallaron y cometieron el error al dejar a un líder proactivo como tú”.
La verdad no se que vio este gran caballero huanuqueño de nacimiento, y que almorzaba con mi padre todos los jueves en el ya olvidado hotel Crillón, en los años 80 y 90, solo que para mí don Roberto es un gran aliciente. Las palabras que me dejo, las cuales siempre me repito a mi mismo cada día antes de salir de la cama.
Y si una palabra puede marcar la diferencia en un joven o alma libre que busque dirección, por qué hablo de Roberto Palma, por que me dio una rápida visión de la vida, el liderazgo, y el respeto hacía las personas que cultivan su alma con una buena lectura.
Sí llegue a ver Fahrenheit 9/11, fue por que don Roberto me lo recomendó, si llegue a leer parte de la historia del Perú escrita por Jorge Basadre, fue por que don Roberto me intereso por buscar la diferencia entre los peruanos del norte y del sur, sí llegue a entender como piensan las grandes transnacionales fue por que don Roberto me lo explicó.
Que hubiera sido de mí de los 23 años hasta los 33 sino fuera por las tardes de conversa con don Roberto, qué hubiera sido de mí sin saber la opinión de este amable señor que a pesar de llevarme más de 50 años, pensaba como un joven de la actualidad, y respiraba el diario, tanto como los libros de una siempre renovada biblioteca.
Aunque hay una disculpa que tengo que pedirle a usted don Roberto, nunca fui el rotario ejemplar que deseo siempre yo fuera, menos el rotaractiano líder que alguna vez usted pensó yo era.
La verdad que a mis 34 años, casi 35 soy un joven desesperado por vivirlo todo, y en ese camino o mejor dicho velocidad suelo tropezarme por no tener un reflejo rápido como el suyo.
Hay algo en que usted siempre tuvo razón, y seguirá teniendo razón por muchos años más y esto me lo reflejó en su frase: “la gente piensa que pensar duele o cuesta por eso no usan el cerebro”, sabrá cuando aprendí yo repasando esta frase dicha por usted. Sabrá añoro nuestra conversaciones en su sala, o su patio, sabrá que extraño ver y oír los ladridos de su mascota Lola cuando llegaba a visitarlo, sabrá que extraño decirle abuelo, y sabrá que tanto mi padre como yo lo queremos mucho y tratamos de seguir su ejemplo.
Sabrá que un día espero pasar por su casa abrazarlos y decirle gracias por lo que me enseñó. Hasta cuando me de un tiempo don Roberto, siempre estará en mi corazón y sus frases en mí mente.
Y disculpe por que no pude el líder que usted quiso que yo fuera.
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