Buen día e
inicio de fin de semana Soñadores de la Justicia hoy el tema debe de fluir al
margen de la política y la vida traviesa de quienes nos dedicamos al periodismo
por pasión, vocación y amor al arte, aquel amor que solo se paga con sonrisas o
gestos de indignación ante el mal provocado por otro ser humano de alma oscura
y de ojos brillosos ante la fortuna ajena, pero ahora es día de paz con mucha
tranquilidad por ello hablaré sobre Buckie, mi perro o mejor dicho mi amigo, mi
hijo y compañero de caminatas nocturnas.
Inicio
diciendo que empecé a valorar a los animales y su mundo cuando de 5 años veía a
mi tío Jorge Rendón Vásquez (hermano mayor de mi papá) correr con su walkman y
su entonces compañero “Lobo” por las calles aledañas a mi casa, puesto que
tanto él como yo compartimos la misma manzana y el gusto por los chistes
pícaros que arrancan la alegría de un niño que solo tiene como referentes de
éxito a su familia próxima.
De hecho mi
tío Jorge no solo corría hasta ahora corre y tiene tanto gusto por la música
como gusto por la vida (a pesar de pensar opuestamente a mi), es Jorge Rendón
quien me enseñó la validez de las mascotas como medio para valorar la vida y es
que Jorge, el abogado laboralista y ex candidato al senado por la Izquierda
Unida el año 1985, solo sabe de leer, escribir y por que no decirlo de seguir
corriendo por lo menos así lo vi yo hace unos días, pero ahora en solitario o
con una compañera en el rostro llamada sonrisa.
De Jorge vi
lo importante que es el defender un argumento, saber reír con paciencia y andar
con los perritos que le conocí de niño: Lobo y Diva estos dos fueron las
primeras mascotas que vi cuando recién salía de la cuna a comprar pan y al
colegio en los años de mi nido y mi primaria.
Luego llegó
otro referente al cual le tenía cierto temor y que era la mascota de mi tío
Edmundo y de su familia los Rendón-Escobar, era un pequines que ladrada de a
montones, pero no me consta si mordía, aunque en la entrada de la casa de
Edmundo en un segundo piso había un cartel que escrito a tiza de pizarra sobre
la pared decía: “cuidado perro pequeño, recuerde que las apariencias engañan” y
la verdad que si tenía pavor por un perrito que perfectamente entraba en una
caja de zapatos.
Fue tal mi
emoción por un perro que antes de Buckie en mi vida hubieron tres, el primero
de nombre Walker, un pastor alemán que mi querido Eusebio dejo ir persiguiendo
a una hembra en celo, luego Esturla, quien aprendió de mi abuelo Roberto a bailar
“paganganinas” a ritmo de su bastón, a esta perrita mi papá la llamaba Walka,
puesto que nunca y hasta ahora no puede olvidar a Walker (sobre todo por que
fue un guardián fiel en días de terrorismo), pasaron los años y mi hermano
Robertito trajo con mi tía Lucy a “Lita”, la tercena mascota de la casa que
lamentablemente falleció a los 12 años de pulmonía, pero que fue tan
emblemática para esta casa que mis amigos advertían peligro cuando entraban.
Buckie
llegó a mi casa a mediados de enero de este 2013 con el nombre de Dango, era un
perrito callejero en la calles de Miraflores, hasta que un alma noble como un
señor de nombre José Gabriel, lo adopto quedar lastimado en sus orejas, luego
este señor de corazón generoso tuvo que volver a Europa, pero me lo dejo como
un hijo adoptivo del cual no quería separarse, la verdad trato de cuidar a
Buckie como un integrante más de mi familia, en la practica es mi primer hijo
es el primer integrante de los Rendón-Kamt, puesto que Mei-Ling (mi novia) le
tiene un aprecio especial y le encanta darle galletas de soda y chocolate en
las madrugadas de fin de semana, mi papá que sería como su abuelo aunque no lo
dice y no se deja ver lo engríe a una manera muy personal y amical, a don
Roberto (mi padre) le gusta regar el jardín mientras Buckie lo ve desde atrás
de la luna del garaje y aunque no lo parezca Buckie es para mi papá y mi mamá
el nieto que esperaron, no porque a ellos se les caiga la baba, sino por que
ven como de alguna manera imperfecta estoy pendiente de Buckie, y camino tanto
como él que me piden llegué más temprano a casa, pero no entienden que su
naturaleza es la de un ser libre que le gusta sentirse cuidado, caminar hasta
quedar sediento y volver a casa para dormir al píe de mi cama, puesto que
Buckie, no es un perro en esencia, es un alma noble que explora el mundo, marca
el paso y solo se detiene para cuidar a sus padres, hermanos y abuelos los
Rendón-Acat y los Rendón-Kamt.
Te queremos
Buckie: “El Solado Can”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario