Buenos días
o ya buenas tardes hoy es un día viernes en el cual terminó una semana que se
inició con una gripe del mal y luego vino la muerte de una tía abuela cuyo
nombre Cristina, no solo significa cariño y fe, sino también amor por el campo.
Recuerdo que en su chacra de la Esperanza Baja en Huaral, fue el primer lugar
donde probé arroz con mango y jugué con el barro haciendo un cenicero que nunca
pudo ser.
De hecho su
hijo Alejandro, fue de quien escuche por primera vez la palabra “cojudo” y de
su también esposo Eliazar fue de quien vi como un agricultor juntaba centavo a
centavo el dinero para construir una bomba de agua, ni que decir de Elsa o “la
negra” de mi familia, mujer atrevida que no se calla sus momentos de cólera e
indignación ni ante su esposo Alberto.
De hecho
Elsa, fue quien me enseño a no escupir al verme tirar saliva de mi boca a un
pequeño jardín que tenía en el cuarto de su chacra, hasta ahora recuerdo que a
mis 8 años me “la negra” me dijo: “que crees que por que estas en chacra no
debes respetar, un sopapo por llama te va a caer la próxima que te vea
escupiendo”.
Mi tía
Cristiana falleció de un momento a otro, pero el dolor de su pierna y su vejez
(más de 90 años) podían hacernos presagiar este final en cualquier momento, y
ya van quedando tan solo 2 Koch Prattes en Huaral, mi tía Rosa y mi tío Flaco,
quien aún cuida la capilla que su padre construyó en los inicios del siglo XX
ambos ya con 90 años en promedio saben de agricultura y de cuidado de animales,
los cuales nunca dejaron ni en los momentos más ardientes de la historia del
Perú republicano y aristocrático.
Mi abuela
Luzmila o mi meme (para mis recuerdos de infancia) tiene 92 años y esta bajo el
cuidado de sus tres hijos, una de ellas mi mamá se siente mal cuando la ve
prender su cigarro y otro de ellos Carlos, solo le sabe decir “déjala aún tiene
derecho a disfrutar de su vida”. Mi tía Pepa, quien fue una madre dedicada hoy
vive en Chaclacayo, no la veo hace como 5 años, pero también con más de 90 años
no deja de velar por su familia que por esas cosas del destino viven en países
lejanos.
Los Koch
Prattes, llegaron desde Austria hablando alemán, adoptaron el castellano a su
llegada a Huaral, solo saben de agricultura y de amor entre hermanos, aunque
esto último para muchos sea difícil de creer. Si unas palabras recuerdo de mi
tía Rosa (que aún vive) son las que le dijo a mi madre (Ana María) mientras yo
a su costado sacaba agua del pozo: “Mi mamá siempre nos dijo a este flaco (por
el hermano) cuídenlo siempre, que dudo siente cabeza, como hermanas que son
nunca lo dejen ni por un segundo, que es el más sensible de todos ustedes”.
De hecho mi
tío Flaco, nunca se casó y cuando alguna vez se lesionó la pierna por que un
caballo le cayó encima todos los sobrinos (hasta los que no se veían dijeron
presente), y mi papá alguna vez lo llevó de Huaral a Lima para su chequeo, ya
que mi padre solía ir una o dos veces por semana al norte chico por cosas de
trabajo.
Mi tía
Cristina se fue al cielo para reencontrarse con sus padres, esposo y algunos
hermanos, quedan en esta tierra sus nietos y sus dos hijos Elsa y Alejandro.
De los
nietos de Cristina puedo decir que los dejé de ver hace no se cuando y a otros
no conozco pues hace mucho no voy a Huaral, pero si me queda muy grabado que
cuando mi abuela y mi tía eran octogenarias en dos horas lograban llenar una
cantidad grande de cajones de manzanas, que los trabajadores de la chacra no
podían a pesar de ser como 8.
De mi tía
Cristina recuerdo, que tenía la valentía en la mano y en otra mano tenía una
ducha tipo teléfono con la cual me dejaba limpio después de intentar hacer un
cenicero con el barro de su chacra, que Dios la cuide y que su energía siempre
ilumine a los descendientes de los Koch Prattes, con el mismo fervor con que su
padre una capilla levantó y que hasta ahora cuida “Flaco”, su hermano menor.
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