viernes, 19 de octubre de 2012

En honor a Cristina Koch: una tía de valentía pura


Buenos días o ya buenas tardes hoy es un día viernes en el cual terminó una semana que se inició con una gripe del mal y luego vino la muerte de una tía abuela cuyo nombre Cristina, no solo significa cariño y fe, sino también amor por el campo. Recuerdo que en su chacra de la Esperanza Baja en Huaral, fue el primer lugar donde probé arroz con mango y jugué con el barro haciendo un cenicero que nunca pudo ser.

De hecho su hijo Alejandro, fue de quien escuche por primera vez la palabra “cojudo” y de su también esposo Eliazar fue de quien vi como un agricultor juntaba centavo a centavo el dinero para construir una bomba de agua, ni que decir de Elsa o “la negra” de mi familia, mujer atrevida que no se calla sus momentos de cólera e indignación ni ante su esposo Alberto.

De hecho Elsa, fue quien me enseño a no escupir al verme tirar saliva de mi boca a un pequeño jardín que tenía en el cuarto de su chacra, hasta ahora recuerdo que a mis 8 años me “la negra” me dijo: “que crees que por que estas en chacra no debes respetar, un sopapo por llama te va a caer la próxima que te vea escupiendo”.

Mi tía Cristiana falleció de un momento a otro, pero el dolor de su pierna y su vejez (más de 90 años) podían hacernos presagiar este final en cualquier momento, y ya van quedando tan solo 2 Koch Prattes en Huaral, mi tía Rosa y mi tío Flaco, quien aún cuida la capilla que su padre construyó en los inicios del siglo XX ambos ya con 90 años en promedio saben de agricultura y de cuidado de animales, los cuales nunca dejaron ni en los momentos más ardientes de la historia del Perú republicano y aristocrático.

Mi abuela Luzmila o mi meme (para mis recuerdos de infancia) tiene 92 años y esta bajo el cuidado de sus tres hijos, una de ellas mi mamá se siente mal cuando la ve prender su cigarro y otro de ellos Carlos, solo le sabe decir “déjala aún tiene derecho a disfrutar de su vida”. Mi tía Pepa, quien fue una madre dedicada hoy vive en Chaclacayo, no la veo hace como 5 años, pero también con más de 90 años no deja de velar por su familia que por esas cosas del destino viven en países lejanos.

Los Koch Prattes, llegaron desde Austria hablando alemán, adoptaron el castellano a su llegada a Huaral, solo saben de agricultura y de amor entre hermanos, aunque esto último para muchos sea difícil de creer. Si unas palabras recuerdo de mi tía Rosa (que aún vive) son las que le dijo a mi madre (Ana María) mientras yo a su costado sacaba agua del pozo: “Mi mamá siempre nos dijo a este flaco (por el hermano) cuídenlo siempre, que dudo siente cabeza, como hermanas que son nunca lo dejen ni por un segundo, que es el más sensible de todos ustedes”.

De hecho mi tío Flaco, nunca se casó y cuando alguna vez se lesionó la pierna por que un caballo le cayó encima todos los sobrinos (hasta los que no se veían dijeron presente), y mi papá alguna vez lo llevó de Huaral a Lima para su chequeo, ya que mi padre solía ir una o dos veces por semana al norte chico por cosas de trabajo.

Mi tía Cristina se fue al cielo para reencontrarse con sus padres, esposo y algunos hermanos, quedan en esta tierra sus nietos y sus dos hijos Elsa y Alejandro.

De los nietos de Cristina puedo decir que los dejé de ver hace no se cuando y a otros no conozco pues hace mucho no voy a Huaral, pero si me queda muy grabado que cuando mi abuela y mi tía eran octogenarias en dos horas lograban llenar una cantidad grande de cajones de manzanas, que los trabajadores de la chacra no podían a pesar de ser como 8.

De mi tía Cristina recuerdo, que tenía la valentía en la mano y en otra mano tenía una ducha tipo teléfono con la cual me dejaba limpio después de intentar hacer un cenicero con el barro de su chacra, que Dios la cuide y que su energía siempre ilumine a los descendientes de los Koch Prattes, con el mismo fervor con que su padre una capilla levantó y que hasta ahora cuida “Flaco”, su hermano menor.

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