La verdad
nadie sabe a ciencia cierta quien fue el primer Roberto de mi familia, aunque
todos reconocemos de forma oficial a mi abuelo Roberto Rendón Zuñiga, este no
fue el primer Roberto y es más mi abuelo en un inicio no se llamaba Roberto,
sino que según dice su acta de bautizo él era: Eduardo Javier Alejandrino
(aunque lo de Eduardo no esta confirmado, es el recuerdo que tengo que su
relato).
Si mi
abuelo viviera tendría 108 años y el 26 de noviembre cumpliría 109, su esposa
mi abuela Serafina era dos años mayor es decir que el 12 de septiembre hubiera
tenido 111 años, ambos nacidos con el siglo XX, vivieron en la naciente
metrópoli de Arequipa, en la Calle Nueva de la cual habla mi tío Jorge Rendón
Vásquez en su primer libro de cuentos, pero como Roberto Rendón Zuñiga fue
militar y policía vivió en Puno, Cusco donde nació mi papá y fue nombrado como
Roberto al ser el menor de los Rendón-Vásquez y puesto que uno de los tres
hermanos tenía que llevar el nombre del padre.
Pero como
Eduardo Javier Alejandrino, se volvió Roberto Rendón Zuñiga, para encontrar la
respuesta primero hay que remontarse al pueblo de Viraco en la provincia de
Castilla en la hoy región Arequipa, en aquellos años no había ni siquiera maquina
de escribir y existía mucho más desconocimiento del idioma castellano, los
registradores municipales se turnaban en cuatro turnos en la posta médica y
hospital local para inscribir a los recién nacidos, y si su esposa daba a luz
en su casa con una partera y una batea con agua caliente era lo más común en
aquella época, dejando muchas veces meses y años sin inscribir al bebe, pero no
fue así como mi abuelo pasó de tener tres nombres a uno solo.
Resulta
hasta lo que recuerda mi memoria según los relatos de mi abuelo, escuchados en
el hoy escritorio de mi papá que mi bisabuelo José Rendón, era comerciante muy
enamorador y por ello se fijo en doña Raquel Zuñiga Huaco, quien era una niña
de 15 años de una familia relativamente acomodada en Viraco y cuya belleza e
ímpetu juvenil llevaron a estos dos señores a tener cinco hijos en un
matrimonio, en donde una sirvienta terminó con las manos hinchadas luego de
cortar muchos rocotos para la fiesta.
Los cinco
hijos fueron mi abuelo a quien en esta línea llamaré “el caballero de los
nombres comprimidos”, además de Luis (a quien le encantaba hablar de huaracas),
Praxides, Edilberta (a quien yo llamaba tía Berta) y Jacinta, quien recién
obtuvo el permiso para casarse a los 30 años luego de que mi abuelo,
convenciera a su mamá Raquel de que la deje contraer nupcias con mi tío Anibal,
machagueño de nacimiento, pues este es el gentilicio de los nacidos en
Machaguay, pueblo cercano a Viraco.
Hago la
precisión de que a mi abuelo lo llamo el caballero de los nombres comprimidos,
por que mi padre quien es Roberto desde el bautizo e inscripción en su acta de
nacimiento hecha en el Cusco, se refiere a su papá como “El Caballero”, hasta
hoy en día en que muchas veces lo escucho hablar dormido y repetir esas dos
palabras con tanto cariño como nostalgia, pero esa es otra historia para
contar.
Sobre el
termino de los nombres comprimidos es una forma de traer el relato a la época
actual, donde todo se comprime y se resume, aunque una vez mi abuelo me dio un
sermón por confesar que usé un comprimido para plagiar en un examen de colegio,
mi castigo a los 9 años fue hacer las tareas de rodillas y usar su cama como
escritorio, para que estuviera estudiando a su vista y paciencia con una radio
que tocaba toda música habida y por haber de las emisoras AM.
Pues bien
Roberto Rendón Zuñiga en vida superó todo los obstáculos para cumplir el sueño
de tener una familia con valores católicos y de servicio a su patria, el
primero de ellos vino con la sorpresa de que Roberto no era su nombre según el
acta de nacimiento de la Municipalidad de Viraco, escrita a puño y tinta
líquida azul en 1903, el nombre con que “el caballero” fue inscrito era Eduardo
Javier Alejandrino, y como fue la cosa preguntará usted?
Resulta que
el bisabuelo José y la entonces jovencita Raquel tenían N cantidad de problemas
para contraer nupcias y fue un tío (no se si de él o ella) quien intervino con
las dos familias para poder casarse y este señor tenía como nombre “Roberto” y
si bien es cierto su primogénito fue llamado Eduardo Javier Alejandrino, quién
sabe por qué, el agradecimiento de la joven pareja hizo que encontraran en el
rostro del entonces bebe un parecido a este tío y entonces mi abuelo para todo
fue Roberto, hecho del cual se enteró a los 21 años (mayoría de edad para los años
20 del siglo pasado) en que postulaba a la escuela de Policía.
Parece
raro, muy extraño, pero aunque usted no lo crea es cierto y más raro aún fue la
forma en que arregló su problema y en esto también ayudó y mucho la falta de
tecnología y la no digitalización de los documentos (cosas imposible pues en
esos años ni siquiera había maquina de escribir).
Cómo
arregló mi abuelo el tema de su nombre, pues se acercó al juez de paz que era
un conocido del pueblo de Viraco y que lo había visto crecer para que le diese
un visto de solución, contándole el porqué de los hechos tal como se los
transmitió su mamá, mi bisabuela Raquel, el juez solo atinó a firmar un acta o
sentencia tal vez, acompañar a mi abuelo unas cuadras del juzgado al municipio
de Viraco, para que junto a él le dieran su primera libreta militar y luego la
electoral (documento antecesor al DNI actual).
Escribiendo
estas líneas llegó a entender por que mi papá guarda documentos en sus archivos
que van desde sus primeros años de secundaria, que hizo parte en Arequipa y
parte en Lima, también entiendo por que guarda todos sus registros académicos y
demás documentos que posee desde que ingresó a estudiar a la Facultad de Letras
y la constancia con la cual se trasladó luego a estudiar Derecho.
La verdad
mi abuelo fue el segundo Roberto de mi familia, hasta lo que tengo entendido,
pero fue sin duda el primero del cual hay registro escrito y fotográfico, luego
viene mi papá como “Roberto segundo”, mi hermano como Roberto tercero y estoy
seguro será mi hijo “Roberto cuarto” en un futuro que espero no sea muy lejano,
en lo único que quiero “Roberto cuarto” sea igual a Roberto primero (mi abuelo)
es que nunca deje de orar por las noches pidiendo por todos sus seres queridos,
y si en algo tiene que seguir la tradición familiar “Roberto cuarto” es en los
valores que poseen todos los Rendón y en el hábito de ahorro que dejó como
legado mi bisabuela Raquel y que mi papá con mi hermano siguen al píe de la
letra.
Pero si hay
algo que deseo con todo mi corazón es que cuando “Roberto segundo”, mi papá sea
abuelo sienta el mismo orgullo que “Roberto primero”, el caballero del nombre
comprimido sintió por él, cuando lo vio en más de una ocasión desvivirse por su
familia (hijos y esposa), sacrificando su horas de sueño para que los que él
ama logren sus sueños, y esta última frase es de un comercial del desaparecido
banco Wisse.
Buenas
noches soñadores de la justicia espero les haya gustado el relato de como
Eduardo Javier Alejandrino, se convirtió en Roberto Rendón Zuñiga o el
caballero para mi papá, un ejemplo sin duda alguna, que cumplas 109 junto a mi
abuela Serafina en el cielo. Te quiere tú ingrato nieto menor, Vladimir.
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