sábado, 12 de marzo de 2016

Virgen noche de la M ciudad

Buenas tardes soñadores de la justicia, es para mí complicado escribir, las ideas se van y todo el espacio para escribir un posteo se reduce a la pírrica idea de que solo yo me leo.

No sé que tan bien escriba y deje de hacerlo, no sé si deba seguir escribiendo (tanta cojudez y media), que mi padre y mis tío me señalan que deshonré dos apellidos (Rendón y Acat), pero bueno la vida es una ruleta, donde la pelota cae a “tiro de gordo” y todo se decide en lotería de cinco esquinas (sin alusión a los Vargas Llosa, Mario y Alvarito).

Si hay que ser conchudo, hay que aplaudir al sinvergüenza honrar al que te roba, de paso hacemos fuerza y jugamos La güija, vía wi fi de café desayunero, para culminar la jornada en el caldo de gallina de la carpa Grau (por cierto hoy paradero de buses, no sé si informal).

¿Porqué La güija es importante?, me pregunto hoy en día (por cierto señor Pardo no se ase conmigo por poner coma después de punto, soy producto del mercado educativo, recuerde ello). Vivimos en un país de magia jurisprudencia y costumbre que señala “que si lo hizo Pepe el vivo, entonces es bueno”.

Si pues señores por eso “el niño de junto al cielo”, en El Agustino es la fiel radiografía del cáncer espiritual que nos ha cogido, en el dilema del pasado que no podemos resolver mirando al mañana.

Ya si en 1932 era una Lima de marcada diferencia y robusta juventud, hoy cavamos la montaña al pasado y todos los distritos de Lima Metropolitana se vuelven en el fondo el Jesús María del 2016, grandes edificios y casa de la década del 70, asolapando oficinas, si esa es la Lima del siglo XX, entonces no hemos heredado, sino continuado el legado de una corona española que se abastecía de la riqueza minera, traducida en la mita de los incas, que saboreaban el grano autóctono, con grandes aretes de oro que simbolizaban un imperio que el curso de los años y la colonización que se trajo en 1492, nos trastocó el emblema de lo que debíamos ser como país.


Es cierto que vivimos en una honra a la incertidumbre, donde el comedor popular tiene más punche que un corazón que vibra por un país diferente, pero la única verdad es que así como de guerra vivimos, de combate venimos y al final solo una frase resume lo que hoy vendemos como cultura de ancestros de más de 40: “La noche es virgen en una ciudad de M”.

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