Otra
vez Soñadores de la Justicia de amores y romances rotos se ha escrito bastante
poco, o tal vez se escribió la historia con final al revés, es que bueno al
final el matrimonio es el final feliz de la novela mexicana, brasileña,
venezolana, turca, pero no recuerdo ello en la tv argentina, así que se cumple
la regla de la excepción.
Bueno
si, hay quienes somos rebeldes ante lo que no parece o no creemos, hay quienes
somos de rojo y blanco, para poner eso que ponen los hombres y sacan a relucir
las mujeres, para defender a la familia (padres, hijos, abuelos, nietos,
sobrinos y afines). Si me hablan de literatura, la verdad de eso no sé, si me
hablan de escribir como relámpago ante la mirada de la noche, eso es más cerca
a la verdad de quien soy yo.
Vladimir,
es mi nombre, “soy el que soy” y no joder porque no soy usted, señor, pienso,
actúo y creo en formación que producto de un clon no puedo ser, si de plagio
hablas, jode a quien pasó de grado en el colegio con el “acordeón o el
comprimido”, ese comprimido que vendían en Minerva (hoy Tai Loy).
Es
que si como peruano, debo admitir que el plagio es un “ego” del cual sacamos
pecho cuando nos lleva para arriba, no hay que negarlo, tan solo retrocedamos
en el tiempo y recordemos Once, conducido por Eddie Fleischman, Gonzalo Núñez,
Diego Rebagliati (en alternancia) y dirigido por Umberto Jara (sorry en este
caso es Umberto y no Humberto, es que la “H” es muda y aguante todo, menos el
acento en la “í”).
Si
voy más atrás a 1999 debo de decir que en Perú el original, casi nunca pega,
sino recuerden o saquen de una videoteca al “Cuarto de Juan”, tres conductores
clown, uno egresado de la escuela de cine de San Antonio de los Baños (en
Cuba), tenías las profecías de “Nos Cagamus” y solo tres emisiones duró, en
tres lunes de verano de 11 a 12 PM, era Frecuencia Latina, quien lo transmitía
(hoy Latina).
Si,
pero qué pega en este país sino es la copia, el Tribunal Constitucional, es
hasta lo que entiendo la replica de la Corte de Cádiz, Tupác Amaru es un símil
de William Wallace, recuerdan Corazón Valiente, con Mel
Gibson, ganó el Oscar y era laureada los días en que Cristal empató a tres
Peñarol, en la Copa Libertadores de 1995, entonces otro héroe que pasó al día
siguiente al anonimato salió Ricardo Zegarra, los celestes lo sacaron de
Defensor y dos goles metió (revisar El Bocón de la época).
Es
que plagio es que el armamos, nos acogemos y nos aferramos, Natacha, era la Galleguita,
que fue traída por don Genaro y don Alberto Terry le puso un nombre más al
gusto del Perú.
Plagio
según el diccionario es; copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como
propias. A ver revisemos cuan plageros somos; guardando distancias Ollantay u
Ollántay, puede ser “Caballo de Troya”, La Fuerza (que pasara sin recordación
por Panamericana) en el 2011, era Los Magníficos, en su versión miyashirana.
Jaime
Bayly, es una buena versión peruana y ahora gringa de Miami, forjada en Santo
Domingo de lo que el periodista peruano, no debe preguntar a un candidato
cuando se habla de salud mental.
Pero
el plagio, no es peruano antes muchos siglos atrás el dios romano Júpiter, era
el Zeus de los griegos y nuestra Biblia, con salmos incluídos son los papiros
escritos por personas diferentes (de cientos a miles tal vez), que hoy en día
serian los blogueros que transmitían la información que las fuentes oficiales
(Fariseos y compañía), no te iban a dar a conocer.
Es
que al final el plagio, se puede reducir a tan solo la existencia del ser
humano que copiamos, todo y cuanto se pueda, como película podemos vender en un
disco en El
Hueco o Las Malvinas.
No
es cherry, pero por donde yo camino a diario, tres dvd por cinco soles y de
estreno, para la pc.
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