viernes, 31 de julio de 2015

Lo que el abuelo no permite: Rosendo Acat Cuan


Eran días que no entendía, eran momentos que se volvieron borrosos y lugares que suenan tan fuerte en mi cabeza, como misa dominical a la que iba mi abuela, era un sitio que hasta existe en el jirón de la Unión, bautizado como Galería Boza y donde hoy la venta de joyas de años 20, ha dado paso a la venta de sexo para despedida de soltero y lugares de masajes.

Don Rosendo, era un camionero, hijo de chinos de padre comerciante y de bisabuela que mía que mi madre como nieta, no conoció. Era la historia de un balcón en la cuadra cinco de Arnaldo Márquez, frente y al costado de colegio María Alvarado donde ese caballero de delicada estampa que manejaba camión Lima-Huaral, con cigarro en mano, veía como la ciudad cambiaba y su esposa peinaba, era mi abuela, materno dicho sea de paso, a quien solo mi papá prestaba el carro.

Era el señor que tomaba café entre dos puertas con cigarro en mano, compraba Expreso todos los días, si cambiaba a República era solo el primer día de cada año, para tener el calendario de los 354 días que estaban por venir.

Leyó la historia del Perú, con todo el tiempo que le daba la vida, no dejo el cigarro hasta que tengo yo uso de razón, pero no era un chino en quiebra, no era un mercantil, pero voto por Vargas Llosa, tenía un amigo de abdomen prominente, “Chicho”, me dijo era su nombre, yo lo conocí cuando mi mamá le absolvió una consulta.

Si era Rosendo, Rose que con televisor de colores vio el Mundial del 86, pero no gritó los goles de Maradona, nunca gritaba, en silencio se preocupaba, pero no preocupaba, era un señor de delicados modales, de estampa generosa como su par, mi abuelo Roberto (paterno este), pero Rosendo, no sé, era un toque diferente, si le dije cojudo alguna vez, mi tía Inés se molestó y me asustó con la mirada, Marlene fue quien de las primas vivió literalmente a un paso de su dormitorio, si ella trabajaba en el banco Industrial, para luego volver a Huaral a decirme de “porque no visito a mis abuelos”, era Marlena una sobrina que se convirtió en una hija, era Carlos, quien lo hizo sonreír cuando ingresó ya mayor a estudiar economía y derecho a la Garcilaso y la Villarreal, era Héctor a quien sabía comprender y ahora en el cielo se abrazan como familia, era Felicita y Leonor a quien Rosendo, les dio una hija (mi mamá), era mi mamá, quien fría como austriaca, conversa como china y trabaja como china, no era Rosendo nada más, quien de oriente seguía los pasos de su familia, habían Estrella, Leonor, Eugenio, Felicita y una señora que no recuerdo su nombre que en Macao, me dejo familia que no conozco, era Rosendo, hombre frío, compraba y vendía oro, pero tenía reglas, costumbres, tradiciones que no se podían romper.

Si yo lo conocí, sí lo conocí, lo conocí más ahora que en la redacción de Expreso, veo y entiendo porque nunca dejó de comprar el diario donde ahora trabajo, había una razón, Rosendo era de centro-derecha, leía el periódico como la biblia y separaba el suplemento escolar, para dármelo cada sábado o domingo, en que de visita iba.

Si de visita hablo, diría sino fuera por Rosendo jamás hubiera conocido el Museo de Arte, en el Paseo Colón, los museos de Grau y Bolognesi en el centro de Lima y si hay algo cierto es que así como no se rindió ante la vida, nunca dejo de fumar la cajetilla de Premier y de saludar al “Gordo” del kiosko de la esquina, frente al Hospital del Niño y al costado de donde ahora hay un grifo, por una sola razón Expreso no podía faltar, al lado de un cigarrillo y un café.

Era mi abuelo, Rosendo Acat Cuan, quien me dio un ángel que hasta ahora no sabe entender, será que de comerciante a abogada, hay un paso complicado de dar, el que nunca vi y ese fue el retrato de un padre, abrazando a una hija, que es china-peruana-austriaca y ahora cuida a un hijo de Arequipa, que en su profundo dolor, por no decir te amo, sufre a escondidas, como cuando a escondidas se caso mi mamá, con él, frustrando el deseo de poner de los brazos de Rosendo a su hija en un altar, por qué, no lo sé, no soy papá o esposo, para resolver la pregunta de que, por qué es tan difícil decir te quiero, en una familia, que hizo del Perú, no una patria, sino un hogar al cual, nunca quisieron renunciar.

Te extraño Rosendo, abuelo materno y conocedor fiel de la historia que no querías se repita, en los que tus pasos tomaron.


       

martes, 28 de julio de 2015

Un 28 gris: candidato y presidente

Era enero del 2011 tenía un trabajo nuevo creí (erróneamente veo ahora) había alcanzado el primer peldaño del cielo, hoy cuatro años después veo que el cielo es tan inalcanzable como volver al pasado. Si soy peruano, periodista, pensé que podía ser un soñador de la justicia, pero un chalaco, vecino de La Punta me bajo de mi nube y viré a un túnel inesperado, salir del trabajo es difícil, perder la confianza es perder la esencia del trabajo.

Si el amor y el patriotismo es un sentimiento que no entendemos, el ser peruano es un bien que no vemos, es un valor que pensamos devaluado por el cual caminamos y nos creemos vividores de un mundo neoliberal, en cual seremos una realidad de salto al futuro para decidir y echar andar el trabajo de donde queremos estar, cuando la jubilación de la ONP o AFP llegue por nosotros o mejor dicho hagamos la cola por ella, si tarjeta de débito no tenemos.

Perú es un lugar que quiérase o no, es tan de izquierda para elegir, como de derecha para gobernar, aunque a decir verdad, la inclusión la da el trabajo, privado o público, no lo sé, señor, congresista no soy, empresario de mi destino tal vez, si se me deja elegir un día entre combi, custer, bus, tren o metropolitano, para ir a laborar.

Es cierto somos gobernados por quienes en realidad nos conviene o por quienes nunca quisimos para nuestro interés, el Perú es así, país terco, insatisfecha y a donde algún no volveremos si tenemos la oportunidad de salir como balseros van a Miami, desde que Castro llegó al poder en La Habana, pero no en Camagüey y eso que hey hey, en La Victoria es Camagüey, un sábado o domingo por la noche en la carretera vernácular de la  búsqueda de un lugar, para estar con tu pan con huevo, o quinua que en Nueva York es más barata que comprar dos por uno en Wong, que por cierto es tan chileno, como el suspiro Soprolé, que lleva por nombre a la limeña y seguro sigue el arroz con mantequilla que en la casa de mi abuela, comía disfrutando de la vista de la Casa del Freno o del Hospital del Niño, dos cuadras más allá.

Si de candidatos y presidentes hablamos, hay que decirlo, no hay más candidato que tú padre a presidente (sin importar quien sea), no hay más primera dama que tú madre y no hay más jefe de Estado, que tú cuando acudes a votar por convicción y no por multa a pagar…Feliz 28 y 29 de julio, señor, San Martín, que naciste en Argentina y dejaste paso a Bolívar, para que en lo alto funde su país, idolatra con plata y gas, que tenía como destino la herencia del Perú, siempre profundo, papá (abogado del Jilguero Huascarán)…



sábado, 18 de julio de 2015

Card crédito que no era de Nadine: placer para infocorp


Desde la llegada de Saga y Ripley vino la farra del crédito, el despelote de las cuentas y la facturación inalcanzable del IGV producido mes a mes, con una tarjeta, que en buen cristiano es dinero plástico, que aún no lo has ganado, con el sudor de una frente. Repitamos en términos de derecho patriarcal de un señor de raza antigua, criado y ahorrado en el colchón de una cama: mi papá.

El crédito es dinero que gastas y no tienes, cuando piensas en que quedarte sin trabajo, es jamás. Es rico pues digámoslo claro, con pana y elegancia; pagar con tarjeta puede ser el ego inflado de un imbécil o inocente que no mide sus consecuencias o un racional economista que la tiene clara es solo para emergencias y el gustito a fin de mes.

“Me fascina” decía la propaganda que luego nos dio arder estomago cada sin de mes, es que comprar es un buen antidepresivo, díganoslo así, cura las penas comiendo con el que funge de amigo o amiga y resulta ser tu mejor psicoanalista que no hace más que comer, de tu pasada de banda electromagnética en un telúrico (léase hotel si usted lee esto y no es de Perú).

De hecho que las compras no solo son cosas de mujeres, es más cosa de hombres, porque así se dan las chelas o el etiqueta negra de apellido Walker y de producto whisky.

Siendo sincero no puede haber mejor forma de encontrarte cosmopolitamente con una “mina o nena”, que con tú tarjeta de crédito en mano, pero para que debemos usar el crédito.

Mi tía Dolly (amiga inseparable de mi mamá) diría lo que nunca cumpliría, que el “crédito, como comer chancho”, solo es bueno el 31 de febrero, es decir nunca, pero que rico que lo usaría, sobre todo si habría que alquilar betamax, en los 80 cuando en Lima solo salías de la cama, cuando bomba con coche, estallaba en la puerta de tú casa (felizmente nunca viví en Tarata o en Ñaña), Dios mío por favor, pero no puede haber nada más ateo y rabanito que una tarjeta de crédito, es que rojo por afuera y cambia de color por dentro, por eso somos lo que somos y estamos lo que estamos.

Es cierto el crédito es un animal, que carcome familias, genera divorcios y pagas lo que nunca usas, mejor anda a Mi Vivienda y usa el crédito, para la único que sirve, compra tu depa a la altura de Faucett con Colonial, donde en una esquina un colegio de abogado encontrarás, pero carajo yo quiero vivir en la ciudad perdida de Andy García, antes de la revolución a una cuadra del Malecón para ver el hotel Nacional, La Habana, pues chico, aunque sea allí, veo el mar, con la cola Tropi en mano y la tía Candelaria, que estoy seguro un huevo de su gallina, para comer me daría.


PD: Por sea…ca..so Nadine, no acepto chocolates belgas, sino arequipeños.