Ya he
hablado mucho sobre mi padre, mis problemas con él y con mi madre, así como
también he tocado de refilón lo complicado que es decirle a mi hermano cuanto
lo amo a pesar de sentir en los mencionados una indiferencia ferviente hacía a
mi persona, es que si cometo errores y a diario los repito por que mis
emociones son aún más fuertes, tal vez por ello me desanime en el camino que
recorro día tras día por conseguir trabajo, es que buscar trabajo de por sí es
una chamba donde te puedes topar con tú peor enemigos el desaliento.
Así que por
ello y entre tantas cosas contaré lo ocurrido en 1984 en el mes de abril si mal
no recuerdo cuando intentando llegar a uno de mis juguetes preferidos como lo
era el trencito y sus rieles caí desde lo alto de mi escritorio hasta el piso
de mi dormitorio, donde grité tan fuerte que mi padre, mi madre y mi tía
Guadalupe entonces de visita en Lima, pues vive en Arequipa me auxiliaron tras
haberme roto el brazo derecho o izquierdo, no se allí en ese detalle mi memoria
falla.
Lo cierto
es que el brazo dolía como nunca había sentido, y como años más tarde sentí
duele el alma frustrada en el camino de la vida, de inmediato y con el primer
grito mi padre con mi madre corrieron a mi cuarto, que sigue estando al costado
de su dormitorio donde ello veían Panorama, entonces seguro veían las últimas
noticias del segundo gobierno de Fernando Belaunde Terry, además recuerdo que
en mi mirada desesperada mi tía Guadalupe, mejor conocida en mi familia como
“Guada”, apuraba el paso desde la puerta del cuarto de visitas por el pasadizo
hasta llegar a mi habitación, donde mi padre me tenía entre sus rodillas
tratando de examinarme con su ojo de abogado, como siempre y para variar.
Minutos más
tarde solo recuerdo que mi mamá decía no te duermas con mi papá al costado
manejando el auto rumbo a la asistencia pública de la avenida República de
Panamá, en Miraflores. Luego solo viene a mi memoria la imagen de mi brazo
sobre una tablilla de acero, con una envoltura blanca tipo venda que me dijeron
se llamaba yeso, mi mamá como siempre agregaba este “Vladimir” es un travieso,
pero a mi me parece mentira que mientras estuve dormido entre mi mamá y mi papá
me tuvieron cargando entre el consultorio del doctor, los rayos x y el auto con
el que finalmente retorné a casa y a dormir en los brazos de mi nana Dora, que
bien nerviosa estaba esperando mi retorno del hospital.
Días
después recuerdo que en el colegio hacía de todo menos educación física, en la
casa de mis abuelos mi prima Raquel me dibujaba un carrito en mi yeso con un
lapicero sacado de la librería, donde en las noches guardan el viejo Volkswagen
modelo escarabajo fabricado en Brasil, de mi tío Edmundo, en aquellos días me
sentía como un Hombre G, solicitado por autógrafos que deseaban imprimir sobre
el yeso que tenía en el brazo, y todo por un trencito que hoy sabe Dios si
seguirá existiendo.
Lo cierto
es que mi padre en aquel momento fue el único que tuvo reflejos para llevarme
al médico, lo cierto es que mi padre así como grandes errores, también tuvo
aciertos, lo cierto es que mi padre ya no tiene amor por mi, por que yo al
haberle robado sus marfiles, maté el amor que él alguna vez sintió por mi, tan
solo llega a mi memoria la imagen de mi abuelo, que tan Roberto y tan terco
como mi papá, me tomaba del yeso para que cogiera el vaso con Coca Cola, que
yacía servido en el ya extinto comedor de su casa en la casa de Ingeniería.
Como hijo se me hace complicado decirle a mi padre que siento mucho haberlo
dañado, pero como a él como padre se le hace imposible reconocer los errores
que cometió conmigo y con Roberto tercero (mi hermano), aunque se él abogado
integro que lleva dentro de si este señor a quien llamo papá y no deja de
decirme que ya mi herencia regalé en un ataque imperfecto de tristeza por
comprar el amor que un día sentí el me negó al tropezar en mi vida con un
llanto de frustración enfermiza, no se tan solo decirte que te amo papá.
PD: Para un
soñador de la justicia llamado Roberto Rendón Vásquez.
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