Hoy la
historia del periodismo se escribe vía Tablet, Smartphone y se mira por Youtube.
Por supuesto su agregado de Facebook y Twitter, tiene que estar. Pero qué hay
más allá de esta pasión incomprensible, que genera el relleno epidérmico, tal y
cual piel de chancho.
Con la
pregunta encima traigo a mi mente la galería Boza (del jirón de la Unión).
Allí
un señor de chompa y lentes (así fuese verano), leía un diario con café en mano esperando clientela para
compra y venta de oro de 12, 24 y 36 (era como el rollo de cámara Kodak 110).
Erase esta
historia repetida de un chino-peruano, un tusan, que a diferencia de sus
antecesores de Fa-San y su hermana en Macao, respiraba por piel humo, aroma de
café y no podía faltar arroz para la mesa, donde también había pan, leche,
huevo y mantequilla.
Era Rosendo,
aquel que quiso contarme la historia de dos chinos que jugaron en “el Alianza
Lima”, más nunca lo pude atender.
Era Rosendo
cuyo viaje al presente era una hora o más de lectura de política, economía,
locales, provincias, deportes y aunque usted no lo crea de amenidades. ¡Carijo
ese señor sabía lo que era leer!
Si era chino,
camionero y no comía pan con mango de Huaral, nunca le escuché decir palabra
necia en cantonés, nunca le escuche hablar mal de su cliente y nunca le escuché
decir no a sus nietos y hasta ahora no se cuanto pesaba sobre él ser padre de
tres Acat.
Si era
Rosendo, fumador? Sí fumaba mucho menos de lo que leía y aunque no cruce
grandes conversaciones con él, me queda dando botes en el área de mi memoria su
paciencia vespertina, por encontrar Última Hora y repasar a los Cojudos de
Sofocleto.
¿Qué será de
él? (que de cojudo tenía un carajo), si está en el cielo o en la galería donde
vendía y compraba oro de quilates 12, 24 o 36, hoy yo no saber. Aunque sí sabía
donde estaba en los años, cuando agarraba de la mano a mi mamá.
¡Carijo,
Carlos (mi hijo), como Y jo…de, este huevón!
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