viernes, 25 de octubre de 2013

Marfiles chinos, agricultura andina y cristales checos, será el secreto de papá?

Mi papá don Roberto Rendón Vásquez, es abogado litigante a su casi 80 años, es más movido e inquieto que sus jóvenes aprendices de la universidad de San Marcos, es más despierto que sus discípulos de doctorado de la universidad San Luis Gonzaga de Ica y aunque parezca difícil de creer tiene el mismo físico, inventiva y paciencia que lo llevó desde el vientre de su madre hasta un lugar lejano llamado Pekín y aún más allá puesto que hasta Macao llegó acompañado de mi madre solo para ver una tía de ella, cuando ya el mundo inició un cambio sin retorno.

 Confieso avergonzado y herido por mi propio ser que a mi padre le hice un daño irreversible al robarle sus 100 marfiles obsequiado en una China, donde la amistad se media por confianza a la lealtad y por no lealtad a la confianza, es complicado de entender y esto solo lo comprende un joven Roberto Rendón Vásquez, que algo muy entendió para su vida y esto se impregnaba en los marfiles que muchos le robe y otros los tire por donde las cuatro letras de un trasero sucio no me permiten repetir.

De Roberto y su yo ficticio Alejandrino, nombre con el cual se denomina en su auto biografía “Historia de un Dirigente Sindical”, solo se puede decir que es duro como un marfil en todo sentido (de esto da buena fe mi madre y sus novias anteriores), es sano, original y tiene todas las defensas contra las enfermedades del cuerpo y alma como los granos andinos, los cereales y la ganadería andina, que en él se reflejan y encarnan con el bautizo en Viraco, pueblo de donde salieron mi abuelos a la conquista del mundo conocido entonces en el segundo decenio del siglo XX,  además y esto lo resalto con orgullo es tan o más tranparente que los cristales forjados en hoy los países de República Checa y Eslovaquia, lugar a donde este señor que llamo con orgullo papá, llegó de manera corajuda para dar cátedra de amor a San Marcos en una universidad llamada Carolina de Praga, en la hoy olvidada en el tiempo Checoslovaquia.

De mi papá puedo decir mucho y hablar muy poco o mejor dicho agachar la cabeza con vergüenza propia, llevo su apellido con orgullo, pero él me ve no con decepción sino con el encanto de un padre que no se decepciona de un error, pero oculta su amor en un regañadientes natural a él, puesto que es feliz a sus casi 80 años llevando en alto su honor y motivo: la lealtad inquebrantable a un ideal de capitalistas con corazón y visión de izquierda académica, reflexiva, empresarial y humana en su sentido propio del deber.

Por qué lo comparo con marfiles chinos, agricultura andina y  cristales checoslovacos, es una buena pregunta, ante ello solo puedo responder en algunas líneas concienzudas que para mi papá la palabra “sujeto” es el modo singular y en su primera persona que tenía para referirme a mi o mi hermano llamado igual que él, con la sola excepción que este lleva el Acat de mi madre, “sujeto” era la forma en que nos mostraba la diferencia entre ser autentico y ser el plástico de los juguetes con los que gozaba en mi infancia y él con mi madre nos los conseguían gratis y a su manera en las tiendas mayoristas del Capón de los 80 e inicios de los 90, algo contrastante e igual de desordenado de hoy en día.

Los marfiles de China dejados alguna vez en México y recuperados años más tarde durante un duro gobierno miliar en el Perú, son la muestra de la confianza y la lealtad mostrada al pueblo Chino de donde no solo obtuvo la disciplina, sino también la paciencia de elefante y la terquedad para no cansarse ante un mundo que en valores e ideales dentro de él no cambiaron, pero si transformaron profundamente mi corazón de hijo no rebelde, pero incomprendido por el azar y los juegos ocultos de la vida.

El marfil demuestra un arte de paciencia de reponerse ante un error y buscar la estética acorde con la respuesta ante un momento duro y difícil que solo se resuelve con la paciencia y conciencia de quien fuera Confucio y no refugio sin luz de mano amiga y sincera para poner el pecho y no quemarse las manos por ti.

El agricultura del ande que no es exclusividad peruana, sino mejor dicho oriunda del altiplano que hoy comparten Perú y Bolivia, demuestra la crianza, el amor y el apego a la tierra que os da de comer al mundo de forma diaria, demuestra lo que hace la terquedad del hombre sabio y con sentido de protección a la familia de amor con libre albedrio, aquel libre albedrio que no está  hecho para busquemos un camino, sino para que encontremos el camino que Dios, también llamado Pachamama, Inti o Quilla, marcaron dentro de nosotros al nacer.

El grano andino, así como su tubérculo nos dan la fe para que la tierra nos devuelva esperanza de papeo para nunca decaer ante el sol y frío que solo se mezclan en lugar impregnado por la portada del sol y la cultura Wari que dieron inicio al Perú Alto y Bajo, hoy llamado Perú y Bolivia, donde más que oro con otros minerales abunda la riqueza un país herido por una clase política que está a la espera de nuestro voto cada cinco años, pero que no cuenta con una palabra llamada ancestralmente Huayno, que quiere decir de corazón alegre, aunque está música nos suene triste refleja lo que somos por dentro y es mi papá corajudo para darle al Comercio cinco sindicatos, darle a su universidad paso a la modernidad en los 90 y estrechar con el mismo cálido abrazo a los empresarios y a su maestro de obra en las construcciones donde obrero a mucho orgullo fue y no se arrepiente que una vez sobre su mesa un señor le  corto la carne, pues su abrazo herido tenía y este señor era el maestro de obra que le dijo “no has cambiado en nada, ni en ser engreído por ti mismo, pero si en tú bigote puedes demostrar la sobriedad que como abogado apasionado eres por dentro”.

Es mi papá duro, terco armónico como él solo, corajudo como solo mi abuelo, su papá Roberto Rendón Zuñiga pudo ser desde su nacimiento en 1903 y su muerte en el 2001, pero por qué es transparente como un cristal checoslovaco y aún existente luego de la caída del Muro de Berlín, es pues una persona transparente, una persona que no se compra ni solo, ni acompañado, es una persona que puede caerse, pero no romperse es pues mi papá, que tuvo alguna vez una copa con la que me bautice y vendí a escondidas para pagar mi deudas, y alguna vez mostró, es mi papá Roberto Rendón Vásquez, de quién nunca nadie recuerda su primer nombre púes él según de acta de nacimiento escrita en el Cusco donde mi abuelo prestaba servicios como policía lleva también el nombre de José, pero no es papá de Jesús, tan solo es papá de Roberto, Vladimir, esposo de Ana María por convicción y amor antes que por un papel firmado ante una iglesia o registro civil, pues el secreto de mi papá a ciencia cierta no lo sé, pero si sé que es el resultado de un amor familiar proveniente de los Rendón Vásquez, amor a un ideal profundo por la vida comprendido en sus viajes por Asia y es sin duda la persona más transparente y digna por la cual este Guardián de Leyenda entendió que la única manera de bregar en la vida era con la transparencia de una copa llena de chicha de jora, solo para el adobo, y sin joroba para que como dice él dormir tranquilo carajo.

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