jueves, 12 de mayo de 2016

Ladrón de mentiras, caballero y don señor

Buenas noches soñadores de la justicia, hoy es jueves, no es tarde, pero tampoco temprano, es solo un día más de mayo y para ser sincero debo reconocer que es un mayo atípico porque mayo es el mes que menos me gusta, más me aburre, pero hoy más me acoge, que extraño para usted o para mi caballero de talán y chalina, pero este mayo no es raro acaso?

No hay cambio brusco de clima, es otoño marcado, el sol está en su punto como si fuésemos al mar de La Punta en un día de diciembre y caminásemos por la cumbre de los cerros de Chosica sin temor al huayco producto de las fuertes lluvias de marzo (por cierto han habido, pero menos que hace cinco años).

Una maravilla diría mi abuelo, que aunque no conoció Sevilla, si supo de caminar por las calles de mi barrio que tienen por bautismo del Perú setentero donde se dio fuerza a la construcción, por terrenos segmentados (según el gremio al que pertenecieran), nombres de ciudades españolas, así tenemos Cadiz, Valladolid, Asturias y para mi tan lindamente recordada Navarra.

Navarra tiene un especial acento conmigo, no porque yo conozco España, sino por la señora de la farmacia, aquella linda maestra de apellido Corcuera (jubilada ya) que de gratis me dio clases particulares para que pasara de año en la primaria.

Es que la primaria es un problema, joder, si bien es cierto tenía solo dos cuadernos y una mochila en primero y segundo grado (matemática y lenguaje) era todo un mundo aprender a sumar y restar sin frejolitos y aunque me aplicaron la terapia del zapato chino de tela y jebe, por susto no pude tener una letra, sino un jeroglífico, que es entendido por quien rescató mi vida del Indiana Jones en quien me quería volver; Mei Ling Magali Kamt Gallardo.

De raza y abolengo es complicado explicar los sentimientos y entendimientos que la vida os suele dar, si estuviera en segundo año de secundaria aquel raro pantalón que no querían lavar se debían a la Serie Rosa, es que así los Goles en Acción de mis años, solo de mis años aquellos en que todo tenía un tinta oscuro y una chaveta a apuntando en mi quehacer diario, esto se llama bullying, pero en años de colegio le podían decir lorna, sin segundo nombre de compañía o bueno tal vez, si uno puerta por que todas las chapas te caben, cuando no te hayas en un mundo, que se movía por el caída del muro de Berlín y la cortina con dama de hierro, debía de ser así, no lo sé, pero Dios obra de formas extrañas a su paso, él hace las cosas por algún motivo, nos llama a seguir sueños y pasiones sin pensar en que nosotros podemos caer en depre que no levanta de la cama el agua de rincón quita calzón, somos más mudos con palabras y gallinazos sin plumas, es que para Dios, muchos somos caídos del cielo, antes que aves sin nido y tradiciones de una Lima que ve la luz en las calles de una vieja ciudadela que conectaba Maranga con la Huaca Pucllama.

Joder si viviera don Roberto, el caballero para mi padre, seríamos niños todos esperando que llegar a su lado para deleitar la ingeniería que haría doña Serafina, esperando a sus nietos en los pasillos de un ángel, donde ella solamente sabe a quien espera y a quien deja entrar al reino de los cielos.

Era pequeño por aquellos días, solo éramos, bueno yo (un ladrón sentenciado por malo todo) y un señor de nombre don Roberto o doctor Rendón, ese que solo sabía contar 1,2,3 y me dejó con el estigma delirante que no debía tener ni el apellido que él firmo en una partida en la Municipalidad de Jesús María como padre y testigo fiel de lo que él (ese profesor de cojones) nunca quiere ver, que si soy su hijo, no lo sé, por lo menos él dice que sus valores no los tengo, tampoco sus agallas y convicciones, es que joder tío ante la perfección de Dios, solo una Vásquez escribió (doña Mery escribió), ese señor fue Viraco, “El Caballero que se fue”, si me fui de su mansión y cambié los arrabales por un teclado y un marfil, que con tarjeta en me dieron, lo que siempre en alma soñé ser: “ladrón de mentiras y caminante de un puente que se lleva por donde entra él que no se quiere ir, el río de Caqueta y Puente Ejército, que en un sueño se esfumó”.


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