Hablar de
inseguridad ciudadana hoy en día es mucho más común y entendible que usar en
nuestro vocabulario urbano la frase: “seguridad ciudadana”, que ahora se
convirtió en un cliché político, antes que una realidad palpable.
A simple brochazo
reviso las crónicas policiales no mayores a cuatro años y observo un recorte
que a la letra dice: “Robaron de madrugada computadoras del Colegio Emblemático
Melitón Carbajal”, la bajada del titular describe el grado de inseguridad por
el que vive Lima, desde hace ya algunos años y un poco más; “centro escolar se
encontraba enrejado y la comisaria a una cuadra de la escuela”.
A decir
verdades nunca se profundizó más allá de la noticia diaria (del hecho en
mención) y tampoco se convocó a una conferencia de prensa para explicar cómo
una madrugada, pudieron entrar delincuentes, tal cual “Pedro en su casa” y
llevarse las computadoras que iban a ser destinadas para los niños y jóvenes
adolescentes de aquel colegio llamado emblemático, durante el segundo gobierno
de Alan García (2006-2011).
Hace poco en
un cementerio de los Barrios Altos limeños: El Ángel, pude conocer a quien no
llamaré con nombre propio, pero si con un seudónimo llamativo “Jungergot”,
obviamente no puedo revelar su identidad, pero conversando con esta persona que
hoy puedo llamar amigo, me contó cómo es la vida al interior de un penal, donde
él había estado por cargos de robo agravado, ojo no soy juez para determinar
una culpa, pero si fue sentenciado ya pagó por su delito.
“Jungergot”,
entró en confianza rápida conmigo, me pudo describir lo que vivió en un penal
de las afueras de Lima y como se maneja la corrupción por dentro, que no puedo
generalizar, pero si contar de fuente de primera mano.
En primer
lugar te buscan un lugar en un centro penitenciario hacinado, palabra que según
el diccionario, se aplica al conjunto de cosas del mismo tipo que se amontona o
pone con estrechez en un lugar.
Es decir
(aunque esté preso) no se tiene trato de ser humano, sino de cosa o mejor dicho
de cosa juzgada, luego no quieres que tú madre vaya a visitarte, aunque ella no
dejará de hacerlo, porque madre, es madre, aquí y donde te encuentres.
Luego pasas
a los talleres de rehabilitación donde “Jungergot”, descubrió su vocación
oculta por el dibujo y fue así como dentro de un penal por poco más de un año
(si la memoria de la conversación no me falla), acumuló dinero, para luego
poder conversar con el psicólogo y la asistenta social de la prisión y así
arreglar su hoja para obtener lo que podríamos llamar libertad condicional-bajo
palabra, pero en todo ese trámite de rehabilitación personal para con la
sociedad, una frase saltaba de por sí sola: “tú ya sabes cómo es para tú
informe”.
La asistenta
social cobra 150 (en moneda nacional, puesto que era provincia) y con suerte el
psicólogo 40 soles más que la asistenta social, es decir como una canción de
los “No sé quién y los no sé cuántos”: “Total corrupción hay en todos lados”.
“Jungergot”,
es hoy día, una persona de bien que ya no entrará a un penal por robo agravado.
Y me consta porque más de una vez lo he ido a ver solo para conversar con
gaseosa en mano y picarones en mesa, esa es una exclusividad que solo El
Cementerio General El Ángel te puede dar.
Mi amigo y
escribo bien: amigo, porque gracias a él se defenderme de las malas personas.
Además suele decirle a sus hijos una frase, para que no se sientan mal, cuando
algún joven de colegio bullying de boquilla con ese tema les quiere practicar:
“De tú papá podrán decir mucho, pero solo responde que un pan sobre la mesa no
te hace faltar, así como un cuaderno o libro para que sigas estudiando”.
La verdad es
difícil hablar de justicia y paz social en un Perú con desigualdades y hechos
que te condenan, así te hayan ocurrido por desesperación o actos que la vida te
forzó a hacer porque una oportunidad de mostrar tú talento no tuviste, es que
en este país tener antecedentes penales, es sinónimo de estar descalificado
para un trabajo en planilla que te de seguro social y fondo de ahorro de
pensión.
Hoy
“Jungergot”, se dedica al famoso “chalequeo”, en discotecas o a personas que
requieren seguridad, para eventos o desalojos.
Desalojos que dicho sea de paso son una
trampa, para hacer pasar la justicia como un acto de violencia para recuperar
lo que aún está en juicio o te quieres apropiar al puro estilo del hoy
tristemente célebre Rodolfo Orellana Rengifo, quien (dicho sea de paso) no está
condenado por un juez, puede aferrarse a la presunción de inocencia como
abogado que es, pero por algo está oculto de la autoridad, por qué, eso solo lo
saben sus abogados y el expediente que se acumula, en una sala del Poder
Judicial y que para vergüenza de los jueces tiene que cocerse en lugar de estar
debidamente digitalizado.
¿Dónde se
unen la prostitución, cáncer y la maternidad?
Años atrás
conocí en un hostal del Cercado de Lima a Jaila, una prostituta que laboraba
primero en el cine Tauro, ubicado en el jirón Washington 880, irónicamente la
última película que allí vi fue Miss Simpatía, en el verano del 2001, la protagonista
de aquella cinta, Sandra Bullock.
Pero Jaila,
tenía dentro del cine un lugar expectante de cobradora de la chocolatería y
luego ofrecía su servicio sexual por cien soles.
Una mujer
simpática como la de la película en mención cuyo padre había fallecido en un
atentado terrorista de 1991, pues había sido policía y resguardaba una agencia
bancaria, que fue blanco de un coche bomba de Sendero Luminoso.
Jaila, tenía
un hijo que hoy debe tener poco más de 15 años, su madre sufría de cáncer
cuando la conocí y si bien es cierto ella se dedicaba a un oficio que a muchos
no les gusta decir: el de prostituta, Jaila, quien de virgen no tenía más que
el alma fue clara al decirme que en este mundo (que en aquellos años era la
sombra de lo que es ahora), solo deseaba darle calidad de vida a su madre, que
su hijo no se enterase nunca de su trabajo, con el cual le pagaba colegio y
profesora particular y que en la vida, solo se tiene Dios, porque de vírgenes y
santos, solo queda el chaleco, como túnica para el abrigo.
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