domingo, 10 de agosto de 2014

Siempre contigo Perú emergente


Buenas tardes soñadores de la justicia, la verdad había perdido la costumbre de escribir un post de más de 10 palabras, aunque esta tarde de invierno un calor de mi corazón, mis manos conjuntamente con el teclado me llaman a decir lo que siento de mi, para contar lo que podría ser una verdad del Perú republicano y post colonial (que creo nunca lo dejó de ser por la siempre jodida deuda externa).

Ser peruano y ser demócrata no es una tarea fácil, tampoco pasiva, es una tarea del día, día, y de la noche hasta la madrugada, en que la lluvia y las estrellas te marcan un derrotero de esperanza, no soy perfecto, tengo defectos, si una virtud tengo díganmela con una mirada de saludo, por que de manera expresa no lo podré creer.

Vivimos en un país que lucha por estar en el primer mundo, estando en el tercero y no queremos pasar por el segundo, es complicado porque socialmente 2y 2 no son cuatro, parece extraño pero en lugares como Horacio Zevallos, donde vive la niña Heydi, quien es la única que sonríe cuando camino rumbo a su hogar, 2 y 2 pueden ser 7 por la cantidad de personas que allí hay que alimentar y las horas que se le roba al día para trabajar.

No vivimos en un país de maravilla, pero es mejor que muchos países donde la economía global de mercado a escala mayor han dado la pegada con un desarrollo fuera de toda índole de inclusión social.

En Lima la informalidad ha dado la pegada para salir de la pobreza, pero no hemos resuelto la ecuación servicios básicos con salud y educación sostenida, para saltar a un lugar que podría compararse con la ya muy sonada Haya (Holanda), primero porque tenemos enraizada la idea que con un carro y un Ipod somos desarrollados, cuando en Lima no hay donde estacionar y lo peor no dejamos que la tecnología nos sirva, sino por el contrario servimos a la tecnológica amarrada en empresas japonesas con oficinas financieras en Nueva York y marketeras para América Latina en la gran Buenos Aires (Argentina), si pues adoramos lo extranjero como un Dios que nos fue traído por la colonia española y donde una Biblia (muy respetada y sabía por cierto), nos dice la historia de lugares muy alejados de nuestra realidad.

Somos un Perú que emerge y se sumerge en un vaso de café comprado en Starbucks, somos un Perú que adora la hamburguesa con Inca Cola, pero no pensamos en que la manzanilla es un mejor digestivo para después de almorzar, si esa es la economía de mercado y el modelo económico que viva la Kiwicha y el queso de Huancayo.

A decirme verdad no se en que país vivo, o donde queda el país donde vivo, pueden decirme América del Sur, se llama Perú, pero la verdad es que si lo vemos así mejor decimos que vivimos en un país donde la maravilla más grande, es que decir la verdad y lo que sentimos es un pecado capital, escrito por un  Kharisiri o un Quisquicho, soy tan peruano como la leche Gloria que se exporta a Bolivia, soy tan peruano como el chino que vende menú a bajo costo y el comerciante de Gamarra que tiro raíces en un lugar donde el cemente con fierro puesto de manera informal y sin control municipal, dan vida al emporio y fenómeno económico social más reconocido por todos los limeños, pero claro allí no aceptan tarjeta Ripley o Saga para comprar con ofertas y cierra puertas a fin de mes.

¿Qué es el Perú para los peruanos, me cuestiono mientras paseo con mi perro por dos o tres parques de Surco en las horas de la madrugada?, parece gracioso, pero la respuesta me lo dio una trabajadora sexual que me dio píe a conversar y muy amable me aceptó un yogurt en lugar de chela helada para calmar el lorca de las hormonas.

“El Perú es el sitio donde simplemente no te puedes dejar explotar y donde un no, no te puede derrumbar”, sabía palabras de “Lajus”, como en este escrito la quiero llamar.

Si el Perú puede ser eso, muchas veces o casi siempre quiero renunciar a trabajar y vivir repartiendo lo que escribo por las calles de Miraflores o Barranco, pero no tengo valor para mendigar, trabajo donde pude acomodarme mejor, siempre tengo miedo de perder lo único que creo hago regularmente bien, el valor a rectificarme me hace tragarme mis ajos y cebollas, las Inca Colas que un día me harán sufrir de diabetes, son la única excusa para no dormir en un frío agosto, que me hizo olvidar que en septiembre llega la primavera, aunque a decir verdad renunciar es siempre una opción, más aún cuando a quien tú quieres como tú mejor amigo, te ignora como el niño que sube a cantar al bus de la avenida Arequipa y no quieres ni compartir un caramelo de 10 ferros con él, son dólores que la vida te da en búsqueda de sueños frustrados que te tienes que comer o respirar como el CO2 de los buses petroleros que circulan por los conos de una Lima que no queremos ver o mejor dicho que si queremos ver en cada noticiero con crónica policial, cuyo fin de recorrido es la morgue, un velatorio o un cementerio de arena y agua con mosquitos muertos, es mi Lima, es mi país, pero no es el lugar que quiero construir dentro de mí, quiero vivir al lado de una bodega y por donde pase un señor con corneta en mano y me venda el pan a las seis de la mañana, para que luego una tamalera me alegre el domingo antes de ir a misa de siete, con un cántico tradicional, pero perdido en el tiempo: “Revolución caliente música para los dientes”.

Y este es un post que título sin dedicatoria, es un post que llamaré, “Siempre contigo Perú emergente”.


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